miércoles, 6 de abril de 2011

LA HORA DEL SUFRAGIO. A 80 AÑOS DEL 5 DE ABRIL DE 1931

Por José Antonio Artusi (*)
Esto es válido aquí y ahora en Entre Ríos. El camino que señala aquel triunfo debiera ser escuchado por todos los correligionarios. Es posible, y sobre todo, es necesario, para la buena administración de la cosa pública en esta dolida provincia

Hace 80 años, el pueblo de la Provincia de Buenos Aires expresó con contundencia su repudio al golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional en 1930, golpe que inició el medio siglo de péndulo cívico-militar felizmente terminado con la recuperación de la democracia en 1983.
En efecto, el 6 de septiembre de 1930 se produjo el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, en el contexto de la crisis económica mundial que terminaría cambiando la matriz económica Argentina, y en el marco de una acción decidida del gobierno radical para fortalecer las posiciones del Estado Nacional en la economía, específicamente en los hidrocarburos.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación convalidó la situación de hecho producida por el golpe, masazo a la institucionalidad que en modo alguno fue inocuo, porque el prestigio de la Corte (hasta entonces) hubiera podido impedir que sonara “la hora de la espada” y se interrumpiera el ciclo ascendente de la constitucionalidad en la Argentina.
El presidente Yrigoyen, anciano, pero absolutamente lúcido, a pesar de algunas zonceras que se pretenden erigir en verdad para desprestigiar al gran estadista, fue puesto preso en la Isla de Martín García.
Al Radicalismo, como muchas veces ocurriría, se le había puesto certificado de defunción. Desde la perspectiva de las fuerzas conservadoras –influenciadas grandemente por las distintas variantes del autoritarismo antidemocrático que campeaba en Europa, en desmedro de las posiciones más liberales- el partido Radical estaba absolutamente desprestigiado, y el dictador Uriburu convocó a elecciones en varias provincias, en proceso que debía iniciarse en la Provincia de Buenos Aires.
La lucidez política de la dirigencia radical permitió la unidad partidaria. La fórmula encabezada por el ex canciller de Yrigoyen Honorio Pueyrredon y secundada por el antipersonalista Mario Guido logró movilizar al Radicalismo bonaerense, y la chusma radical se impuso al partido conservador, que contaba con la ayuda del aparato estatal.
Cabe decir que en toda la historia argentina fue la única vez que un golpe de estado pudo ser “plebiscitado”, ya que apenas habían pasado siete meses entre ambos hechos.
El Radicalismo no pudo asumir el gobierno de la Provincia –merced también a complicadas situaciones en el Colegio Electoral, que no vienen al caso- y la dictadura filofascista de de Uriburu debió irse, dando lugar al régimen del fraude: el Radicalismo estaría proscripto en 1931 y en 1937 su candidato, el ex presidente Alvear, sufriría el más escandaloso de los fraudes electorales que registra nuestra historia.
El 5 de abril de 1931, es decir, aquel triunfo electoral de la UCR en el primer estado argentino, tiene la virtud de señalar algunos rumbos en cuanto a estrategia política. Sus efectos positivos fueron alguna vez relativizados por Moisés Lebensohn, quien sostenía que la sensación de saberse mayoría había evitado que el Radicalismo tuviera una visión más crítica de sí mismo, y dificultó su modernización partidaria en la década del ’30.
No obstante, conviene detenerse en algo central, bastante obvio, pero que hay que señalar: en un contexto sumamente adverso, el Radicalismo supo reorganizarse y encauzar la voluntad popular de repudio al régimen. Para ello se planteó una estrategia de unificación política interna, expresada en las candidaturas gubernativas. Afuera quedaron sólo los ultra antipersonalistas, que pese a la sigla ya no podían llamarse radicales.
El 5 de abril de 1931 es una de las fechas más felices de la historia radical. Pero no se trata de su celebración. Se trata de mirarla para seguir el rumbo de la unidad inteligente. Con vocación de mayoría, es decir, con vocación de interpretar a las mayorías, siempre en el marco de la doctrina radical.
Esto es válido aquí y ahora en Entre Ríos. El camino que señala aquel triunfo debiera ser escuchado por todos los correligionarios. Es posible, y sobre todo, es necesario, para la buena administración de la cosa pública en esta dolida provincia.

* Presidente del Comité Provincial de la UCR de Entre Ríos

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